jueves, 6 de enero de 2011

Reparaciones

jueves, 6 de enero de 2011
Hay todo tipo de piquetes. Según quien los mire, hay buenos y malos. Blancos y negros. Oficialistas y no oficialistas. Largos y cortos. Hay piquetes de la pampa gringa, elogiados en la TV, visitados por los políticos, legitimados por "la gente". Hubo piquetes abrazados por las cacerolas, piquetes que siguieron después de las cacerolas y cacerolas que sonaron para correr a los piquetes.

Imagen de Silvina Salinas
Hay piquetes que tienen su historia. Los primeros de estos tiempos, allá cuando cortar rutas y calles era la única forma de resistir. Están los piquetes de taxistas, para evitar más chapas, pedir aumento de tarifas o reclamar contra los robos. Los robos a los taxistas, claro. Son piquetes que tienen una ventaja: no hay taxistas que reclamen que los corran. O sí, a veces también. Están los piquetes que piden seguridad. También son saludados por los policías, los jueces, la radio y la televisión y, sobre todo, sus audiencias.

Hay piquetes de camioneros, temidos por empresas y grandes diarios, aceptados por el gobierno, impulsados por la crema del sindicalismo Y están los piquetes de ferroviarios tercerizados, apaleados por lo peor del sindicalismo.

En el país de los piquetes hay miradas que circulan, una vez a favor, otra vez en contra. Es que hay piquetes de saco y corbata, de camionetas poderosas, piquetes funcionales a la causa, piquetes funcionales al régimen.

Están los piquetes cortos y los largos, a veces larguísimos, víctimas de la apuesta por el abandono. Hay piquetes que piden que no les cobren impuestos, que vuelva la luz, que salga el agua, que les paguen sueldos, que les aumenten sueldos, que les den chapas, que salven a las ballenas, que subsidien la nafta, que no los despidan, que les den de comer o, simplemente, están los que piden un poco de respeto.

Hay quienes aman un día los piquetes, los suyos, y al otro día odian a los de los otros.

También existen los viceversa. Hay piquetes de periodistas, muchos de los cuales se sienten trabajadores. Hay piquetes que vienen de tiempos más heridos y subsisten en tiempos de la abundancia. Están los piquetes como los de Sancor o Paraná Metal, de toda justicia, resultado incierto y voluntad infinita, que luchan contra conciencias que se lavan fácil, como las manos de Pilatos.

Están los contrapiquetes, de gente que milita por sus derechos y lamenta los del resto. Están los piquetes perseguidos, los tolerados y los que se pasan de rosca. Está el espacio público y su disputa, y los derechos y obligaciones que eso genera. Y hay una cultura automotriz que trabaja a full y forma la conciencia de miles de consumidores de rodados que sólo entienden del derecho a circular. Más allá de cualquier cosa.

Y en esa lógica se apoya la ofensiva restauradora de estos días. Tan ubicua como letal, tan brutal como aguda, tan temerosa como audaz, dispuesta a despejar dudas y grises para concentrarse en lo fundamental: en su rasgo esencial, el piquete denuncia un conflicto y pide repararlo. Y qué mejor, entiende, que cegarlo con un piquete de ojos.

Hay piquetes restauradores y hay piquetes reparadores. Porque existen las restauraciones y las reparaciones. A diferencia de las revoluciones, que fundan un tiempo cero, restauraciones y reparaciones reconocen un pasado. Incluso, hasta lo añoran. Pero la primera lo idealiza. Quiere volver, como el peor folklore, a refugiarse en el mito indiscutible, en la fuente del orden. Disfraz romántico del fascismo, restaurar huele a momia, bronce y estatua, a pieza de museo. Huele a miedo, en definitiva.

Reparar en cambio, es presente, convoca a un ser que supo ser y puede seguir siendo, pero que está maltrecho porque sufre su propio mundo, el del conflicto. Como la foto de una nena que baila en círculos, suena a curación después de la pelea, a compañerismo, a lealtad, a cantimplora de caminante, a copa con los amigos. Huele a esperanza, en definitiva.

La reparación no promete utopías, promete un futuro posible, pero mejor. No pide volver al pasado, sostiene la memoria. El año que pasó fue reparador para muchas víctimas de la dictadura que pudieron encontrar una tardía justicia en los juicios contra los genocidas. Fue reparador para muchos que se lo merecen. No lo fue para los militantes asesinados en por la patota ferroviaria, en Formosa o en el Parque Indoamericano. La restauración reconoce allí un despliegue histórico y pide a gritos interrumpirlo. Quiere retroceder el tiempo porque tiene nostalgia de otro pasado. Por eso, sobre el final de 2010 puso un huevo de odio, que no debería tomar vida en 2011.

POR ALVARO TORRIGLIA

8 comentarios:

Unknown dijo...

Me hiciste acordar: El Narigón estaba contentísimo con el piquete de las víctimas del robo al banco porteño. Y me hiciste acordar también de cuando íbamos en taxi a nuestro piquete y los tacheros aclaraban que "ese" piquete estaba bien. Es verdad que hay piquetes blancos y negros, pero no dependen de quién los mire sino de cuándo: parece que la gente va saltando de una vereda a otra todo el tiempo, depende del momento. Buenísimo, Alvarenga, brindo por nuestros piquetes, por "aquel" piquete corto y por este último piquete largo.

Hernán dijo...

Piquetes reparadores y piquetes restauradores. Hay olfato sociológico en la distinción, parecen dos tipos ideales de Weber. Y qué buena herramienta para analizar políticamente cada protesta y saber dónde ponerse.
Lo de la "cultura automotriz", representada por los que sólo entienden su derecho a circular, es otro hallazgo. Qué difícil ponerse en el lugar del otro. Y qué necesario para poder reparar. Para no calzarse, como está dicho, el disfraz romántico del fascismo

Sonia dijo...

Querido Alvaro, definitivamente escribís cosas que embrionariamente estaban en mi cabeza y no sabría cómo expresarlas. Me parece brillante, en especial, lo de la cultura automotriz. Aplausos por tu enorme talento y sensibilidad.

La Negra Vilche dijo...

Lo que escribiste me llamó a la calma. Una calma que uno (al menos yo) necesito por estos días. Es hermoso. Como Maglione me acordé mucho de nuestro abril de paro compartido. Pero también lo leí desde lo personal: el piquete es movimiento, y este año ha sido bien dinámico en ese aspecto. El párrafo que dice "la reparación no promete utopías, promete un futuro posible pero mejor. No pide volver al pasado, sostiene la memoria", me conmovió. Y te agradezco. También la foto de la Chipi me conmovió (y no sólo por los tonos auriazules). Ya la conocía y me parece maravillosa. Como bien decís, esa danza circular suena a curación, a alegría, a fiesta, a esperanza después de la revuelta personal y colectiva. Que así sea. Un abrazo, comandante!

Juan dijo...

Antes que nada, muy bueno. Después que nada, me identifico con el comentario de Sonia: son ideas, reflexiones, que tenía pero que nunca escribí o no supe cómo hacerlo. Es, a grandes rasgos, lo que pienso sobre estos temas. Espero por ese futuro posible, mejor.

alvaro dijo...

Debía escribir algo para que se publicara este hermosa foto de la chipi. Ojo, que si la miran fijo mucho tiempo los hipnotiza y los manda a otra dimensión.

silvina dijo...

Genial Alvaro. Tres veces genial. Me gusta esa reiteración de la palabra, esa enumeración que tiene reflexión y memoria. Los conocemos porque los vimos, los criticamos por muchos o por pocos, por sus causas, los defendimos por una u otra cosa, porque los escribimos y los fotografiamos, porque nos cruzamos de vereda cuando hizo falta, y también porque estuvimos ahí. Conocemos incluso a los que ignoramos.
Muy bien diez te recontrafelicito. Un texto armonioso y lleno de oxígeno. Como Sonia, también admiro tu talento. También admiro tu sensibilidad. (y lamento nuevamente la vergüenza que te hice pasar con esos choripanes en aquel piquete). Un abrazo.

Anónimo dijo...

Muy Bueno querido primito. Los leo a diario. Te invito a mi blog, más light, pop, pero vale la pena (creo) Un besote
http://mirandabondgirl.blogspot.com/

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