Al lado mío estaba Hugo Mario Melo. Por dos recientes obituarios que escribí alguien me dijo un poco burlonamente que yo abuenaba a los muertos. Aprovecho entonces para un descargo: con Melo, no way. Todo lo jodido que puede tener un tipo en este oficio él lo llevaba como un escudo heráldico. Era taimado, egoísta, mal compañero y de una mediocridad asombrosa. Pero con treinta y pico de años en Canal 3 el guacho tenía mas calle que un semáforo. Para moverse en un oficio donde las exigencias no son desmedidas eso le resultaba suficiente. Y además podía ser muy gracioso.
Al arrimarse al altar Binner quedó arrodillado a la altura de la cintura del monaguillo, que seguía nocaut y tumbado de espaldas. El obispo había parado la homilía y todo el mundo estaba en silencio siguiendo esa parte imprevista de la ceremonia. Ahí Melo nos miró a los que estábamos al lado y, envenenadamente, dijo.
-¿Saben por qué Binner se inclina de esa forma? Porque ahora, muy despacito, le va a soplar el culo como se hace para revivir a los canarios y van a ver que el pibe reacciona.
En ese momento dramático y solemne los que estábamos al lado empezamos a dar alaridos de risa. El arzobispo agarró el micrófono y dijo algo así como que estábamos en la casa de Dios y que nos retiráramos si no íbamos a guardar el respeto debido. Como pudimos, con esfuerzo, nos callamos la boca. Con la receta del canario el monaguillo se levantó y todo siguió su curso.
Volví al diario. Mi jefe, mostrando la expectativa caníbal de un feriado en que no pasa nada, me preguntó qué tenía. Le dije que todo había sido el bodrio previsible salvo la anécdota del desmayo. Cuando conté lo que había dicho Melo los que oían largaron la carcajada. Mi jefe pareció decepcionado, me dijo que escribiera 20 centímetros de la ceremonia y se fue.
Yo me quedé pensando que lo de Hugo Mario había sido lo mejor del día. Y me preguntaba si algo así debía morir aplastado por las boludeces invencibles que dice un cura en el sermón de un acto municipal. Todavía no lo tengo resuelto. Pero lo único que recuerdo de ese día de hace 17 años fue la anécdota del canario y no lo que terminé escribiendo.
Muy a menudo en cosas con destino de basurero que ocurren en el medio de las notas hay mayor sustancia humana que en ladrillos publicados en nombre del interés público. Hechos subsidiarios de la información en los que están vivos los sentimientos y las pasiones que reconocemos y nos identifican. Y, en vez de escribir de esas cosas, las ponemos a morir convirtiendo este laburo, a veces, en algo serio. En el sentido más burocrático y menos interesante de la palabra serio.
El juicio por el secuestro extorsivo de Axel Blumberg fue algo lo suficientemente serio como para que no se jodiera. Por eso, tal vez para no trivializar algo serio, de lo que sin embargo salió la reforma menos seria al Código Penal de la Argentina, un pasaje del juicio que armó un quilombo descomunal, y del que robamos el nombre para el blog, quedó sin prensa.
A la banda del Oso Peralta, que terminó con perpetua, la integraban otras diez personas. Uno de ellos era un pibe de 18 años que se llamaba Carlos Saúl Díaz. El Oso y los suyos habían estado implicados en otros secuestros. En una de las audiencias estaba declarando Díaz y el presidente del tribunal quería saber qué hacían con la plata de los secuestros. El pibe se hizo el otario y dijo que no se acordaba pero, advertido por el juez, empezó a contar que se compraban ropa, autos, celulares. Después se embaló y agregó que solían ir a burdeles del conurbano.
-A veces los cerrábamos sólo para nosotros, dijo.
-Explique más, le dijo el juez.
-Me acuerdo que una vez fuimos a uno y teníamos cinco mil pesos para gastar, dijo el acusado.
Pasado un instante, la repentina emoción que le trajo el recuerdo pareció superarlo. Miró al juez con una sonrisa golosa, como suplicando entendimiento para sus sensaciones, y dijo. “Su señoría, ¿usted sabe lo que es tener cinco lucas en el cabarute...?".
Fue un desmadre. La sala entró a corcovear, los periodistas se cagaban de risa, el juez gritó que desalojaba el recinto. Y eso no salió casi en ningún lado.
Aunque seguro que los que estuvieron ahí es lo único que recordarán de ese día.
POR HERNAN LASCANO
foto: Mrexcel, Creative Commons share-alike 3.0
7 comentarios:
No puedo parar de cagarme de risa. Lo leí de nuevo y otra vez me río solo. Ese Melo era increíble y está muy bien contado.
Ciertamente, muchas veces lo mejor sucede por fuera de la "noticia" o del "evento". Me tocó sufrirlo a Melo como colega movilero y como prensa de una institución. Se me revolvía el estómago al verlo llegar a cubrir una nota que yo había convocado. Pero creo en cada una de esas ocasiones pasaba algo memorable, generalemente chusco, grosero o prosaico. Cuando se selló con hormigón una caja con una carta para generaciones futuras, como piedra fundamental de la construcción del nuevo HECA, Melo aprovechó el instante para arrojar una moneda de 10 centavos al interior. "Así ven como eran las chirolas en cien años" espetó, quitándole toda solemnidad y trascendencia al acto.
Me llena de orgullo conocer gente tan talentosa y si me permiten (aunque si no lo hacen tambien) llenarme la boca cada tanto llamandolos compañeros de trabajo.
No pare de reirme pensando en el tedeum y en ese desgraciado de Melo, juasssssssssssssssss
Mirá quién apareció, El Tony!!!
Hernan espectacular! realmente muy buena la nota y no paro de reirme, por las dos anecdotas
Ale
Buenisimas las anecdotas!!!!!!! QUE PERSONAJE UNICO E INIGUALABLE ESTE MELO!!!!...UN GRAN HOMBRE!!!! A MI ME AYUDO MUCHISIMO!!!!!!!!
Baste agregar, al respecto de Hugo Mario, que durante muchísimas gestiones fue un inconmensurable ñoqui municipal. Eso sí, como dijo Hernán, con mucho pavimento y mucha chispa.
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