domingo, 19 de septiembre de 2010

Periodistas policías

domingo, 19 de septiembre de 2010
Cuando empecé a trabajar en periodismo dejé de ver a muchos de mis viejos amigos o conocidos y empecé a tener otras relaciones. Por las cuestiones laborales, básicamente. Iba a trabajar en policiales, y lo asociaba con la literatura, con la novela negra, con Walsh, con los usos de la novela de enigma en Walsh, etcétera, etcétera. Así lo contaba, así lo presentaba cada vez que me encontraba con algún viejo amigo, o conocido. Y casi todos esos amigos, o conocidos, compartían mi entusiasmo.

Casi todos, porque Ricky tenía una opinión diferente. Ricky no era un amigo, más bien yo era amigo de su mujer, pero esa es otra historia; supongo que con Ricky nos habremos cruzado en la casa de Ovidio Lagos y San Lorenzo, planta alta, una casa donde se hacían fiestas muy lindas en una época, había un libro, incluso, con cosas que anotaba la gente que iba a la casa, a esas fiestas, un libro que estaba, me acuerdo bien, en la habitación principal que daba a calle San Lorenzo. Qué lástima que se perdió ese libro. Sí, de ahí lo conocía a Ricky. Y lo que me dijo Ricky fue más o menos que me dejara de joder, yo me había pasado del lado de la policía.

La verdad que eso me puso mal. Fue la última conversación que tuve con Ricky, y capaz que ahora sigue pensando lo mismo; pasó mucho tiempo, ya no hago policiales, pero Ricky seguramente no lo sabe. Me pareció injusto, me pareció que no tenía idea de lo que yo estaba haciendo. Es cierto que había cosas, bueno, poco brillantes, para decirlo de alguna manera. Los partes de la oficina de prensa de la UR II eran la fuente de información privilegiada. Si faltaba algo, si las cosas se ponían difíciles, el nombre de Héctor López funcionaba como un ábrete sésamo fulminante en cualquier lugar de la UR II y más allá, en Casilda, Melincué, Las Rosas, incluso una vez comprobé que lo conocían en Bell Ville; era un salvoconducto capaz de llevarme, por ejemplo, sin escalas, directo al despacho del comisario Rubén Cavallo, en la comisaría décima, el mismo despacho donde luego se aposentaría Carlos Moore, ambos siempre solícitos ante la inofensiva requisitoria periodística. Las cosas se averiguaban en las comisarías, el jefe de Seguridad Rural pasaba de vez en cuando con salames y quesos que trocaba, podía decirse, por no menos jugosas crónicas, y cada vez que la Brigada de Homicidios tenía algún preso era obligada la foto del acusado, con la cabeza envuelta en una campera o un pulóver, y a su lado, con expresión dura, mirando más allá, el entonces subcomisario José Manuel Maldonado, en el pasillo del primer piso de la ex Jefatura.

En ese momento los procedimientos de Drogas Peligrosas tenían mucho espacio. Aun los que hoy irían a parar a la columna de breves. El Zorro Aguilera hacía un trabajo fino como encargado de prensa de Drogas, hay que reconocérselo. Tendría que ir a hablar al curso de periodismo judicial. Cada vez que había un procedimiento, el Zorro llamaba y pasaba el dato. Pero lo pasaba antes de que el procedimiento se hiciera, para que los encargados de la sección pudieran organizarse, asegurar el fotógrafo, la cobertura, como se dice. Y creo que hasta elegían una hora como para llegar antes del cierre, como para que al día siguiente los lectores pudieran tener la noticia, la crónica, y las fotos, que eran casi tópicas: los envoltorios con la cocaína o la marihuana, por un lado, y los detenidos, de espaldas, alineados contra una pared, las manos esposadas. Y no era solo con nosotros, el Zorro le avisaba a todos los medios de la ciudad, a todos. Nosotros creíamos que el Zorro era una fuente, pero en realidad él y Drogas se servían de la prensa. Los estudiantes de Comunicación Social tendrían que entrevistarlo a él para sus tesis, no a los periodistas.

Ese tipo de notas eran las que me ponían más nervioso. ¿Y si me encontraba con algún conocido? No la nota en sí, sino la cuestión de saber, tres, cuatro, cinco horas antes, que en tal lugar de la ciudad, iban a hacer mierda a alguien. Aunque no siempre lo sabía, al fin de cuentas era el último orejón del tarro, el que iba a hacer las notas en la calle, cosa que nadie hacía. Pero a veces sí sabía, el jefe me decía: “a tal hora, vas a ir a tal lugar por un procedimiento de drogas, hablá con fotografía”. Entonces, mientras llegaba el momento, podía descansar un rato, ir al bar, tomar algo y pagarlo con esos billetes verdes que sólo valían en la redacción. Después que el jefe de fotografía determinara, entre una y otra pitada a su boquilla, qué fotógrafo me acompañaría. Me tocaban esas notas, gente que caía con un kilo de marihuana, un par de bochas de cocaína, nada. En San Lorenzo, por esa época, hacían procedimientos más importantes, pero esas coberturas estaban reservadas, no sé por qué, para otros periodistas de la sección.

En uno de los edificios que están en la misma cuadra del diario vivía entonces G., que había pasado una temporada en Coronda por tráfico y que una vez en libertad seguía dedicándose a lo mismo. G. tenía una Yamaha negra deslumbrante, muchas veces, antes de entrar, la veía estacionada en una de las galerías que entra por Sarmiento y sale por Córdoba, si uno viene caminando por Sarmiento. Por supuesto que se cuidaba más, aparte porque los de Drogas le habían hecho un par de visitas. Pero G. seguía en la misma. A la tarde iba a tomar un café al bar que está frente al diario y se quedaba un rato largo, un par de horas, a veces en una de las mesas que daban a la calle. No recuerdo cuándo fue, pero sí que fui a verlo a su casa con L., una amiga que ya no está, y que nos contó que a la mañana, ese mismo día, lo había allanado la policía, que él no estaba y que su novia, jovencita, se había re-portado, les había hecho frente sin quebrarse, sin decir una palabra. Estaba emocionado G. con la valentía de su chica. Más adelante, pero bastante más adelante, un día que lo crucé por la calle me dijo que vivía en zona sur, tenía otra moto y no iba más al bar porque ahí había vigilantes.

Entre tanto movimiento por nada y tanto espacio dedicado a Drogas Peligrosas llegó un operativo en Villa La Lata. Nos enteramos varias horas antes. Y también se enteraron las radios, los canales, todos los medios. El que organizaba la transa era un tal Viti, parece que tenía su historia, si uno le creía al Zorro era que Pablo Escobar vivía ahora en La Lata. Ese día estuvimos todos los periodistas, llegamos juntos, en caravana con los patrulleros de Drogas, los del Comando, los de la Guardia de Infantería. Y nos fuimos todos juntos, policías y periodistas. Recuerdo que en medio del maneje policial José Granata se lanzó por un pasillo y salió eyectado al instante, con su campera de tela azul cubierta de escupitajos. La gente de la villa pensaba que no había ninguna diferencia. Igual que Ricky.

POR OSVALDO AGUIRRE

(foto de lu6fpj -Facundo A. Fernández- con licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirDerivadasIgual 2.0 Genérica)

5 comentarios:

Hernán dijo...

Una nota profundamente crítica sobre la escabrosa relación periodista-fuentes. Sobre las diversas podredumbres que podemos recibir con una sonrisa cuando "compramos" información y pensamos que estamos "llenos de datos".

Adviertan estas cosas:

"Las cosas se averiguaban en las comisarías, el jefe de Seguridad Rural pasaba de vez en cuando con salames y quesos que trocaba, podía decirse, por no menos jugosas crónicas"...

¿Hoy no pasa eso? ¿No pasa en todos los géneros temáticos periodísticos, no sólo en "comisarías" y con "salames" como bien de cambio?

El Mosca cita a los periodistas inofensivos que iban a la comisaría 10ª a levantar lo que les dijera Rubén Cavallo o Carlos Moore. No dice, a propósito, que ambos están mencionados en la causa Feced. ¿Qué sabemos de los tipos que nos brindan HOY información oficial?

Abrir los ojos a la hora de buscar información es un buen consejo, no sea que nos terminen escupiendo. Brillante post

Sonia dijo...

Coincido, Lascano, brillante post. Es cierto que habla no sólo de las relaciones que establecen los periodistas de policiales con sus fuentes, sino de otras promiscuidades habituales entre nosotros. Ahora, ¿podemos dejar de ser humanos para hacer periodismo? Yo defiendo fervientemente que seamos cada vez más personas, más humanos, eso incluye nuestras subjetividades, simpatías, tomas de posición. Me encantó la nota, Mosca. Este blog está genial!!!

alvaro dijo...

Muy buen post. Podría ser el principio de un ensayo sobre cómo cambió radicalmente el periodismo de policiales en los medios de Rosario, a partir sobre todo de los periodistas y, especialmente, de los que participaron en el intercambio de este post. Una guía para el resto de las temáticas

Silvina dijo...

Me hiciste acordar de esas fotos a los presos encapuchados en el primer piso de la ex Jefatura de Policía. Mi jefe en ese tiempo, o a veces mis dos jefes al unísono, me decían: Apurate, andá a Jefatura que te van a sacar a un tipo que agarraron, tenés dos minutos. Efectivamente al muchacho le ponían algo en la cabeza, lo paseaban un par de minutos por el pasillo para hacer la foto o la imagen que hacían los camarógrafos, y ahí quedaba. Con el tiempo me di cuenta que si no me apuraba y llegaba dos horas más tarde, la foto la iba a hacer igual. Que es más o menos lo que vos contás.
Me gustan las series de fotos, y seguramente con esas podría tener una serie de retratos de hombres encapuchados con un policía teniéndolo del brazo. Pero mejor que esas fotos queden en el archivo.
No sé cuándo se dejaron de hacer y si Hernán tuvo algo que ver con esa decisión o fue anterior. Pero me alegro del cambio como de muchos otros en la sección Policiales.
Sería una lección también para estudiantes de Fotoperiodismo: las fotos que ya no se deben hacer.
Genial Osvaldo.

Juan dijo...

Recién lo leo, tarde. Me parece buenísimo. Ejemplar, diría. Y muy interesantes los comentarios que me preceden, sobre todo el de Hernán, porque -creo- es uno de los responsables de algunos cambios. Leyendo esto me acuerdo de un viejo profesor de periodismo que nos decía a los alumnos, hace más de dos décadas: "Si trabajás en La Capital, no hace falta hacer nada. La noticia te llega sola, te la mandan". Creo que ese fue el criterio que se usó durante mucho tiempo en el diario: todo venía servido, no había que hacer nada. Todo ya estaba "armado".
Muy bueno Mosca!

Publicar un comentario

 
Cinco Lucas en el Cabarute. Design by Pocket