sábado, 14 de agosto de 2010

Hermanos

sábado, 14 de agosto de 2010
Seguramente él no está ni cerca de sospecharlo. Pero mi hermano mayor tiene mucho que ver con que yo sea periodista.

Fue, al menos, el que -insisto, sin saberlo- abrió una primera puerta: nunca se me había ocurrido que podía ser otra cosa que médico, como lo es él y como lo era mi papá, hasta que comencé a leer las revistas Humor que mi hermano mayor traía a casa.

El tendría 17 años y yo 13, todavía antes de que terminara la dictadura. El compraba la revista y la leía en su pieza. Yo aprovechaba cuando se iba.

No, no es que apenas vi Humor nació un interés súbito por los textos periodísticos. En realidad primero fueron los dibujos de Viuti y Grondona White los que acapararon mi atención.

Pero con el tiempo -y fundamentalmente con la costumbre que no puedo dejar desde entonces de leer cada vez que el baño llama- fui descubriendo las notas que después soñé con escribir yo mismo: las de Enrique Vázquez, Luis Gregorich, el gran Osvaldo Soriano, Horacio Verbitsky, Jaime Emma y Gloria Guerrero, en sus -perdón, pero está servido- gloriosas páginas sobre rock.

Recién ahora caigo en este aporte clave de mi hermano mayor para que yo dejara de lado el mandato paterno de estudiar Medicina, a pesar de que de la boca para afuera mi viejo -que se murió cuando yo tenía 15- siempre decía que éramos libres de elegir el camino que quisiéramos.

Debe ser porque Sabrina, una compañera de Rosario3.com, me dice que encontró en su casa una pila de revistas Humor y su marido, Pocho, supone que me pueden interesar.

Tiene razón Pocho. Pero para no agregar desorden a mi casa, tomada en estos años por hordas infantiles, y porque aparece un buen guardián para el tesoro, la colección termina en otro lado.

La casa de Lisandro es un típico departamento de muchacho soltero. Ahí sí, todo lo del dueño tiene lugar. Y si no, se hace, pues no hay que poner cosas de nadie más. Las revistas Humor, acomodadas una sobre otra en un estante bajo, me remiten necesariamente a otra época: es como estar en la pieza de mi hermano mayor, en la casa familiar de calle Córdoba.

Esa habitación siempre fue un lugar deseado por mí. Por las revistas y por otros tesoros, como los discos: Genesis, Cat Stevens, La Máquina de Hacer Pájaros, Eric Clapton. Sí, también en gustos musicales me influenció mi hermano mayor. No creo que él se interesara por las cosas de mi pieza: los libros de Emilio Salgari, las raquetas, las botellitas en miniatura de licores, la colección de estampillas, eran cosas de niño.

Supongo que debe pasar con todos los hermanos mayores. Son una suerte de guía. Y no aceptan ser guiados.

Cuando éramos chicos, mi hermano mayor me llevaba a la escuela, me enseñaba a cruzar la calle, a moverme en colectivo, no siempre en forma amable.

El primer beso en la boca se lo di a una nena del barrio. Tenía 8 años y la llevé al baño de la cochera del edificio donde vivía. Antes, mi hermano me dio indicaciones: “Abrí la boca y mové la lengua”.

En esa época vivíamos en pasaje Cajaraville y compartíamos el dormitorio. Entonces, los discos, las revistas, no sé si eran de los dos -seguramente no- pero al menos lo parecían. Sonaban Los Beatles y mi hermano y yo, encerrados en la habitación y valiéndonos de una raqueta Dunlop y otra Slazenger como guitarra y bajo, éramos Paul y John.

Otra veces salíamos al parque Urquiza –mi papá nos había regalado las camisetas de Newell’s, la mía con el 10 en la espalda y la de él con el 9- y éramos Zanabria y Oberti.

Lo recuerdo como momentos felices, en los que él era mi hermano, no mi hermano mayor.

Pero está bueno tener hermanos mayores. Diego, el mío, me subió a una bicicleta, me dio instrucciones para amar, me llevó a mis primeros recitales -el recuerdo es vago, pero creo que fueron Alas, Crucis, Charly (con la Máquina) en el teatro La Comedia y Spinetta en El Círculo-, cuando al resto de los chicos de mi edad ni siquiera les daban permiso para ir al cine a ver la película Melody. Y, años después, dejó al alcance de mis manos las revistas Humor, esas que se convirtieron en la primera ventana al relato de un país que era muy diferente al que yo creía hasta entonces.

¿Estaría ahora escribiendo en este blog que compartimos con otros hermanos que me dio la vida sin aquella brisa inicial? Nada más antiperiodístico que intentar responder esa pregunta.

POR DAMIAN SCHWARZSTEIN

11 comentarios:

Juan dijo...

Me viene a la memoria la mejor época de Humor, las notas de Aníbal Vinelli, los reportajes de Moncalvillo, Santiago Varela y tantos otros, como los que nombraste... Me había olvidado de Jaime Emma (y pensar que era una de las primeras páginas que leía!). Buenos recuerdos.

Hernán dijo...

Hermoso post.
Lo más imaginativo, desafiante, subversivo y obsceno que vi por primera vez en un medio escrito fue en diciembre de 1980, en la primera Revista Humor que cayó en mis manos, y creo que no volví a sentir un impacto semejante. Era en Vida Interior, la historieta de Tabaré, Guinzburg y Abrevaya. Un microbio horrible levantaba la mano entre una multitud que tenía tomado el organismo de un negro espantoso y decía: "Parad la joda un momento". Dos cuadros más adelante aparecía el negro -rotoso, hediondo, escabiado- con una botella en la mano. Y largaba: BERP!
Sentí que la revista se me incendiaba en las manos. Era la mitad de la dictadura. Yo nunca había visto algo así. Tal vez nunca deje de extrañar esa sensación.

Unknown dijo...

Ah! Vida Interior era mi favorito. Y hay algunos cuadritos de Grondona White que me quedaron grabados para siempre.
Pelado: serio y maricón es mejor que serio solo ;)

Anónimo dijo...

qué bueno lo que escribiste, pelado.

sabrina dijo...

No pude evitar sentarme con ustedes en esa pieza de varones, tremendo Damián, muy emotivo.

alvaro dijo...

"Cuando éramos chicos, mi hermano mayor me llevaba a la escuela, me enseñaba a cruzar la calle, a moverme en colectivo, no siempre en forma amable". La mejor síntesis de lo que es el mundo de un hermano menor. Me hiciste emocionar, pelado. Tremendo tu post. Qué fiesta era cuando llegaba la Humor a casa.

Diego Fernetti dijo...

Yo, que no tengo hermanos, descubrí Humor por un tío... porque será que estas cosas pasan de familiar a familiar? A mi me encantaban las caricaturas de Izquierdo Brown (hizo muchas tapas junto con Cascioli, pero me dijeron que dejó de publicar, asqueado de la política) y me fascinaban esos chistes... con tetas! -horror! delicia!- En 1980 eso era impensable. Ahi también descubrí las notas de Dolina... que revista increíble!

Sonia dijo...

Pelado, qué genial tu post! Como hermana mayor, debo haber sido así con la mía. Lo cierto es que en mi casa no se leía Humor, pero yo me hacía el festín en los veranos, en la casa de mi tío Carlitos, que las tenía todas guardadas en un archivo. Vida interior, aquellas notas, cómo olvidar esa ventana a un mundo deseado! Gracias por tu bello texto, y también porque me abrió a un mar de recuerdos. Abrazos. Sonia

Anónimo dijo...

Pelado, pura emoción tu relato! A los que tenemos un hermano mayor esa cosa de que te guíe el otro se nos hace tan familiar. Leí Humor a los 10 o 12 años. Era la revista de cabecera del hermano de mi mamá, un tío treintañero y soltero, por el que conocí además mucha de la música que me gusta. Me encantó leerte! Virginia

Anónimo dijo...

que emoción!!! viva esa emblemática revista!!,eso que no tengo hermanos....me encantó
Maria Rosa

El Polaco dijo...

Gracias Pelado, siempre vienen bien los hermanos mayores y si uno no los tiene, como yo, la vida siempre te arrima alguno que hay que saber aprovechar. Como la Humor, que a los 8 o 10 años yo también leía y entendía perfectamente, aunque obviamente no del todo. Tíos y hermanos enseñan sutilmente cómo esquivar los mandatos paternos

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