miércoles, 18 de agosto de 2010

Una nota menos, una vergüenza más

miércoles, 18 de agosto de 2010
Bulto bajo manta grasienta. Un movimiento espasmódico sacude la oscuridad untuosa que se adivina bajo el amasijo, que hace las veces de cama para alguien, allí en la calle, en la avenida Columbus, San Francisco, California. La imagen me quedó grabada, permaneció en mí mientras me alejaba del lugar. Sobre todo la violencia eléctrica, mecánica, de ese secreto movimiento que se produjo debajo.

Me encontré a pocas cuadras con otro homeless, una mujer de mediana edad que de alguna manera habitaba, ocupaba y recorría el metro cúbico enmarcado por trozos de cajas que era su hogar, y entonces comencé a pensar en una estructura, en un encadenamiento de datos, unas líneas de descripciones que podrían convertirse en una nota: retrato de una persona que vive en la calle, una mínima radiografía de la pobreza en los Estados Unidos.

Extraje del bolsillo la libretita marca “Triunfante”. Cuarenta hojas a rayas, pero con índice telefónico. La había comprado muy apurado, minutos antes de dejar Rosario, y en ese último kiosco sólo había libretitas con ese inútil índice telefónico que ahora, no en aquel momento de “inspiración” claro, sino ahora, me parece indicativo de otras inutilidades.

Una buena descripción del entorno, contar en qué parte de la ciudad me encontré con esa persona, cerca de qué (para contrastar con la opulencia y la exquisitez de otros sectores de San Francisco), y fundamentalmente algunas palabras del homeless, un párrafo sería suficiente, pensé, mientras apuntaba algunos datos en la página que llevaba la pestaña con la letra F.

En una calle lateral, bastante más oscura que la avenida, aparece el candidato. El hombre acomoda sus bolsas en un rincón, como buscando un lugar donde pasar la noche. “Con las primeras sombras, esa escena se repite en cada una de las ciudades de los Estados Unidos”, pensé antes de encararlo, y lo pensé con las comillas y todo, como citando la nota nonata.

Faltaban todavía dos metros para llegar al tipo, pero no fue necesario dar un paso más. Un gruñido, seco, pastoso. Y un movimiento de brazos como las aspas de mi vergüenza. Retrocedí. Desanduve el camino desde el rincón oscuro y volví a perderme en la iluminada Columbus. Pero todavía, profesional, cronista, iba en busca de otra “fuente”.

Apenas tres cuadras más adelante demostré no haber aprendido la lección. En esa ocasión al tipo le alcanzó con el lenguaje gestual, el minimalista pero contundente mensaje de los ojos. Una mirada penetrante, de lástima, desprecio y furia, surgió de entre los jirones de color indefinido, en medio de la oscuridad olorosa.

¿Qué harían Horatio Algin y Hugo Mario Melo en una ocasión como esta?, me dije avergonzado, recurriendo a la auto ironía, como todo buen burgués bien intencionado y en retirada, mordaz aun en pleno fracaso. Me alejé, con todas mis buenas intenciones a cuestas (la otredad, la voz de los que no tienen voz), y toda la sarta de frasecitas que se vienen abajo apenas alguien nos desnuda. “La prepotencia del ignorante ante lo que no comprende ni jamás comprenderá”, anoté en la F, como quien toma apuntes para una no nota.

Hay una expresión elegante que alecciona sobre la necedad de quienes pretenden dar el paso más largo de lo que le permite la falda. Los anglosajones prefieren construir la máxima haciendo referencia a que no hay que meterse en la boca más de lo que uno es capaz de masticar. La más usada en nuestra cultura expresa la cuestión del límite con referencia a culos y a las alturas donde ellos pueden o no defecar.

En la “Triunfante”, sólo cuatro páginas más atrás, en la marcada con la C, encontré la salvación. Apuntes. Anotaciones vírgenes, tomadas tres días atrás y todavía no convertidas en nota. No tenía que hablar con nadie. No era necesario buscar estadísticas sobre la pobreza en Estados Unidos ni los homeless. Allí estaban los datos, esperando, ávidos. Me senté en un bar, pedí una cerveza y arranqué, inaugurando la página de la G: “Cabeza: Una experiencia única que bien vale los setenta dólares de la entrada. Un entreteniendo para toda la familia…..”. En un rato la tengo lista, dije. El tour en los Estudios Universal de Los Ángeles había estado bueno.

POR PABLO BILSKY

3 comentarios:

Hernán dijo...

bilsky, wilkomen a este cabarulo, donde no se aceptan las anotaciones vírgenes

Anónimo dijo...

siempre me gustaron las otras caras de los city tour! Virginia

Daniel Fernández Lamothe dijo...

Pablo, qué manera tan exacta de expresar lo mismo que me pasó, cuando le quise sacar una foto (para muestras que nunca expongo) a una chola en Tilcara. Mientras me espantaba con una mano y se tapaba la cara con la otra, me gritó "se creen que somos animales". Fue, tal vez, un poco más violento que tus casos. Y ahí está la dramática imagen que me avergüenza cada vez que la encuentro. No sé por qué no la borro.

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