martes, 10 de agosto de 2010

Patán, la ética y las palabras

martes, 10 de agosto de 2010
El año pasado murió Julio Alonso, quien fuera uno de los redactores del primer manual de estilo del diario El País de Madrid, y uno de los consultores que contrató La Capital en 1996.

Alonso y Carlos Pérez llegaron al diario para rediseñarlo y cambiar algunas pautas en la redacción. La tarea fue breve. No porque llevó poco tiempo, sino porque la empresa no pudo pagarles por su trabajo y debieron regresar a España antes de lo previsto.

En aquellos primeros días de asesoramiento hubo una reunión en la vieja sección Armado. Alonso explicó en la pantalla de una Mac los principales lineamientos para el diseño de un diario. Basado en algunas máximas de la Bauhaus, miró a un sorprendido auditorio y dijo “La función determina la forma”. Hubo un eterno silencio que fue interrumpido por el disertante con un “Se comprende, ¿no?”. Y un pintoresco armador, “Patán” Bassini, le contestó con un “¿Sabe lo que pasa, maestro?... Es que acá ya tenemos una manera indefinida de trabajar”.

El manual de estilo

El País fue uno de los primeros diarios en publicar para el gran público un manual de estilo que originariamente fue concebido para sus periodistas. Durante muchos años fue referencia obligada para las redacciones iberoamericanas. Allí aparecen desde normas ortográficas de la Real Academia hasta las convenciones propias para el uso del diario. También qué cosas son publicables y cuáles no. Razones éticas y estéticas que determinan, por ejemplo que no se deben dar noticias relacionadas con el boxeo, ya que “la línea editorial del periódico es contraria al fomento de esa actividad”. Y la correcta forma de redactar el asesinato de un animal en un espectáculo taurino.

Establece claramente, además, que el diario (como imaginamos) “rechaza cualquier presión de personas, partidos políticos y grupos económicos”.

Cómo leer el diario

En Argentina, en 1998, la primera versión del diario Perfil tuvo su manual de estilo.

Paralelamente a su efímera vida, de sólo tres meses, apareció “Cómo leer el diario”. Era una guía de poca utilidad, ya que su lectura finalizaba cuando el matutino dejó de aparecer.

Más allá de las cuestiones del idioma, el manual (reeditado años más tarde con la aparición del nuevo Perfil) traía una serie de normas éticas. “El periodista no podrá aceptar regalos o invitaciones cuyo costo supere los 50 pesos”, “Si un jefe se niega a publicar una información (…) el periodista tiene derecho a reclamar su difusión al superior inmediato y así sucesivamente hasta llegar al Director”, o “Ningún periodista estará obligado a firmar su trabajo cuando éste haya sido alterado o haya sufrido modificaciones” son algunas de sus máximas.

Desconocemos la distancia que separan estos enunciados de su práctica. ¿Eran (son) reglas a cumplir por sus redactores o es el discurso para el gran público (ergo, la gilada)?

El legado español

La etapa de los gallegos (como cariñosa o despectivamente, según el caso, se denominó a los consultores de La Capital) fue un poco anárquica. En la redacción se intentó establecer una organización diferente y en el área gráfica se bajaron conceptos hasta ese momento ausentes, de difícil aplicación. A la distancia, fue poco lo que quedó de ese período.

Sí, en cambio, tuvieron mayor éxito (o al menos cobraron más) durante el rediseño de La Nación.

Otras normas

En nuestro país, además de Perfil, a finales del siglo pasado se publicaron las primeras ediciones de los manuales de La Nación y Clarín. Con algunas diferencias (el primero le otorgó mayor espacio al estilo de redacción y a las normas gramaticales), ambos tienen un capítulo para las cuestiones éticas.

La Nación asegura que lo que publica es sometido previamente “a un análisis severo por parte de editores y redactores”. Y en la nota preliminar del libro de Clarín, Ernestina Herrera de Noble (o quien escribe con su firma) dice que el éxito del diario “se basa en nuestro mayor capital: la credibilidad, cimentada en ese estilo de informar que nos es propio”.

En los últimos tiempos razones valederas hacen poco creíble esta última aseveración.

Las seducción de las palabras

El continuador de la obra de Alonso en las posteriores ediciones del manual de estilo de El País fue Alex Grijelmo, ex director periodístico del diario y autor de “El estilo del periodista”, “Defensa apasionada del idioma español” y “La seducción de las palabras”, entre otros libros.

En esta última obra se refiere a la manipulación de los vocablos y el mal uso de los mismos.

Entre tantos ejemplos cita eufemismos generados por el poder político y adoptados por la prensa: “Crecimiento cero” (por no crecimiento), “países en vías de desarrollo” (por subdesarrollados), “incursiones aéreas” (por bombardeos), o “daños colaterales” (por civiles asesinados en una guerra).

El no-estilo

Al releer algunos manuales de estilo (sobre todo argentinos) más de una vez nos enfrentamos a enunciados que semejan, en términos de Grijelmo, “metáforas mentirosas” (“las imágenes que logran identificar al gato con la liebre”).

La Capital no tiene manual de estilo. Tal vez porque Alonso no lo pudo terminar. A lo mejor porque sabemos cuáles son las normas a seguir. O quizás porque, como dijo “Patán”, ya tenemos una forma indefinida de trabajar.

POR JUAN CARLOS ESCOBAR

foto de Julio Alonso: diario El País

5 comentarios:

Unknown dijo...

Otra vez lo mismo que dijo El Pelado en este mismo blog: el mayor capital de un diario es la credibilidad. Aunque parece que hay gente que debería saberlo para conservar su negocio y no lo sabe. Me quedé con ganas de más Patán, quizás el único hombre en el mundo que hacía clic apretando el botón del mouse con el pulgar...

La Negra dijo...

Ahora me cierra lo del libro de Grijelmo sobre tu PC, Escobar (prometiste prestármelo). ¿Te acordás Lascano la nota que casualmente le hicimso juntos en el Congreso de la Lengua? Maglione, no te preocupes, Patán no se fue...está entre nosotros y nuestra indefinida manera; nuestro manual de estilo.

Juan dijo...

Le voy a destinar un post a Patán y sus anécdotas... Algunas las fui poniendo aquí pero las borré porque su comicidad empañaba el mensaje central.

Anónimo dijo...

patán la tenía más clara que ninguno.

Hernán dijo...

Me acuerdo de Pérez, año 96 o 97, abriendo la doble de colaboraciones y editoriales a todo lo que le daban los brazos (dos páginas sábana sin una mísera ilustración) y diciéndonos con los ojos desorbitados: "Joder, da miedo entrar aquí, esto es un océano de palabras..."

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