domingo, 25 de julio de 2010

Un diario de película

domingo, 25 de julio de 2010
Daniel Briguet escribió alguna vez que "la verdadera trascendencia" para el periodista de diario pasaba por descubrirse "en el papel con que el verdulero envuelve un kilo de papas o media docena de naranjas de ombligo".

Durante años, los que trabajé en diario de papel -el digital tiene sus limitaciones-, jugué el juego de Briguet: busqué, con mayor o menor suerte, el fruto de mi trabajo como envoltorio de verdulerías, cobertura de vidrieras a punto de ser inauguradas, protección para pisos donde hay trabajo de pintor.

Pero ninguna de las veces en que efectivamente encontré en esos lugares alguna nota en la que haya tenido algo que ver estuve cerca de sentir lo del viernes, cuando vi la tapa de una de las primeras ediciones memorables de La Capital en la que participé -en realidad de refilón- en el documental Muertes indebidas, de Rubén Plataneo.

Es el diario del 29 de diciembre de 1990, al día siguiente de que el entonces presidente Carlos Menem anunciara el indulto a los jerarcas de la dictadura militar, punto cúlmine de la política de impunidad que empezó Alfonsín con el punto final y la obediencia debida.

Ocurre muy de tanto en tanto: hay diarios que merecen ser guardados. Y en los que participar se vuelve un privilegio.

Es raro porque, por ejemplo, en el caso del indulto, esa noticia que estaba destinada a convertirse en histórica dolía. Pero, al mismo tiempo, producía una adrenalina, una excitación y, al mismo tiempo, una necesidad de buscar enfoques adecuados que hizo que el aprendiz que era en aquel momento -en rigor, mi lugar fue casi de espectador- sintiera que por primera vez participaba en algo periodísticamente importante.

Un viejo compañero que hoy anda haciéndose escuchar con su voz afónica en una redacción porteña solía decir en este tipo de situaciones: "Ahora me siento periodista".

Aquel diario generó, además, toda una conmoción interna en La Capital. Fue un click para un recambio generacional que se precipito desde entonces. Es que los viejos secretarios de Redacción, sobrevivientes justamente del diario de la dictadura, estaban paralizados, sin saber para dónde correr. Y esa edición quedó, entonces, en otras manos, las de los jóvenes integrantes de la sección Nacionales, aquel día con el Nene Casali a la cabeza.

El enfoque fue radicalmente diferente al que cualquier lector de La Capital hubiese esperado. Había una fuerte carga editorial contra la medida presidencial a favor de los genocidas, que empezaban a ser tratados como tales en el decano. Un título, que se ve en la película de Plataneo, marcó fundamentalmente esta línea: "Un abultado prontuario de actividades delictivas", decía, y la nota mencionaba uno por uno los crímenes por los cuales esos feroces asesinos que recuperaban la libertad gracias a la floja lapicera presidencial habían sido condenados a pasar el resto de vida que les quedaba en la cárcel tras un inédito y trabajoso juicio. Al día siguiente una bomba explotó en el busto de Ovidio Lagos frente al parque Independencia.

No lo hubiera recordado si no fuera por Muertes indebidas. Es una película que necesariamente moviliza, que emociona, que revela otras tramas de una historia que creíamos ya contada. Que explora en el dolor concreto de las familias de los desaparecidos y que, a la vez, ahonda justamente en las incertidumbres que eso genera: es fantasmagórico tener un desaparecido, no un muerto. Y convivir con fantasmas, muestra el relato, no resulta nada fácil. Aun así, se vive, y la memoria es un antídoto que ayuda a intentar ser feliz y construir futuro. Todo lo contrario a la impunidad.

Qué bueno que Plataneo haya puesto ese diario en su maravillosa película y no lo haya usado para envolver vasos en alguna mudanza.

POR DAMIAN SCHWARZSTEIN

1 comentarios:

Anónimo dijo...
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